gentrificación (proveniente del inglés gentry,) se refiere al proceso de
transformación de un espacio
urbano deteriorado
—o en declive— a partir de la reconstrucción —o rehabilitación edificatoria con
mayores alturas que las preexistentes— que provoca un aumento de los alquileres o del coste habitacional en estos
espacios. Esto provoca que los residentes tradicionales abandonen el barrio —y
que se sitúen en espacios más periféricos—, lo que produce que este «nuevo»
espacio termine por ser ocupado por clases sociales con mayor capacidad
económica que les permita aportar estos nuevos costes.
- Wikipedia.
Bajo este
eufemismo, se ha desatado feroz persecución en contra de afrodescendientes e
inmigrantes latinos, forzándolos a desplazarse desde los grandes centros
urbanos hacia los litorales de las grandes ciudades, ahondando más sus
condiciones de pobreza y marginalidad, al estar alejados de sus centros de
trabajo y bajo peores condiciones de urbanismo en sus nuevos lugares de residencia.
Se trata de
“persecución”, porque este proceso de “gentrificación” se realiza forzadamente,
mediante la implementación de “formulismos legales” por parte de los “caseros”
(dueños de los apartamentos) en contra de los inquilinos, en lugares de alta incidencia
de “minorías” como Manhattan, New York.
La
“gentrificación” en esa importante zona, fue idealizada a partir de 1988, con
el objeto de ceder la isla de Manhattan para ser habitada por la “clase media”,
aunque acelerada a partir del año 2000 con las siguientes medidas:
Cierre a los
nuevos solicitantes de los subsidios para inquilinos de bajos ingresos,
Aumento de las
rentas bajo el alegato de “construcción de mejoras”
Financiamiento
e imposición de “legisladores estatales” para impulsar proyectos en beneficio
de los “caseros” y bloquear toda iniciativa en beneficio de los inquilinos.
Situación que
ha encontrado terreno fértil, en razón de las debilidades de las minorías,
algunas como:
La desunión:
En que los latinos, de acuerdo a su país de origen, no hacen causa común con
los que no sean de su propio país. Agravado con el “recelo” de los
afrodescendientes que se sienten “desplazados” por los primeros. En esto último
es notoria la rivalidad entre estos últimos con los latinos provenientes de
Puerto Rico, en donde se disputan los espacios políticos, situación agravada
con el retiro de Charles Rangel, quien era hijo de puertorriqueño y
afrodescendiente.
Bajos
ingresos: Estas minorías, en especial los inmigrantes latinos, por su baja
escolaridad y precario estatus migratorio, desempeñan trabajos “residuales “de
baja remuneración, el cual oscila entre los 18 hasta los 24 mil dólares AL AÑO.
Agravado, en que deben tomar, gran parte de ese dinero, en enviar “remesas” a
sus familiares y amigos en sus países de origen.
No ejercen el
voto: Estas minorías, lamentablemente no son conscientes de la importancia del
ejercicio del voto. Suelen realizar mucho activismo en las redes sociales, pero
cuando se convocan elecciones para elegir las autoridades que los van a representar,
no acuden. Situación que se agrava
considerablemente cuando se trata de elección de los legisladores y autoridades
estatales y municipales, quienes son los que tienen el mayor poder de decisión
en materia de urbanidad y vivienda.
Esto hace que
los políticos, no suelen hacerles mucho caso, ni mucho menos se interesen en
entablar algún tipo de negociación, sea individual o sectorial, para obtener
apoyo a cambio de reivindicaciones sociales, sean colectivas o individuales. También
facilita que los “caseros” con pocos recursos, puedan imponer a sus legisladores,
Alcaldes y Gobernadores.
Carecen de
“arraigo”: El “arraigo”, traducido en la propiedad de inmuebles y negocios, es
un estatus que antiguamente era requisito indispensable para escalar peldaños
políticos. En este caso particular, al carecer de propiedades y ser “meros
inquilinos” están a mercede de lo que decidan “los caseros”.
Esto se
traduce en hechos, como la elección de Adriano Espaillat, quien a pesar de
pertenecer a estas “minorías”, mientras ejercía de legislador estatal, acudía
al Parlamento para votar a favor de los intereses de “los caseros”, gracias al
respaldo económico de estos últimos, la abstención y el “voto favorable” de esa
misma minoría a quien golpea.
Así como el
silencio cómplice de prestantes figuras latinas, oriundas de ese sector, como
el caso de Junot Díaz, siempre presto para defender los haitianos supuestamente
maltratados en Santo Domingo y callar ante lo que está ante sus ojos.
En resumidas
cuentas: Las minorías constituidas en “inquilinos” están siendo perseguidas,
como en los mejores tiempos de la Alemania Nazi, con elementos más
sofisticados. Al estar prácticamente indefensas, a merced de los “caseros”, sus
aliados políticos y lógicamente la pujante “clase media” deseosa de apoderarse
y establecerse en toda la isla de Manhattan.