¡¡BRILLANTE!! Es lo único que puedo decir de este escrito, aparecido el 11 de Abril de este año en el portal "Acento.com.do", de la pluma del destacado periodista Ramón Colombo, que por considerarlo de interés, lo comparto con todos ustedes para que saquen sus propias conclusiones:
Ramón Colombo
Contrario a lo que muchos piensan, ser caudillo no es cualquier cosa. Hay que saber cómo llegar a serlo en cualquiera de sus categorías: despótica o ilustrada, o en una combinación de ambas.
Para eso hay que dominar las claves del caudillismo al más depurado estilo tercermundista:
1) Posar. Un caudillo que se respete debe saber proyectar la imagen de un semidios, con la mirada siempre puesta en lontananza; como viendo hacia el futuro de la patria con trasuntos de perennidad proceresca. Como si estuviera más allá del bien y del mal o de los defectos de los humanos mortales.
2) Tener un lema. No debe nunca carecer de uno que lo identifique en la historia: "Mis mejores amigos son los hombres de trabajo", "Soy un instrumento del destino", "Sólo me debo a la voluntad mayoritaria del pueblo", "Tengo dos millones de votos", etc.
3) Frasear. Cuando hable debe ser altisonante y/o discursivo, como si cada palabra tuviera la posteridad como destino. (Que se sepa, en ese sentido sólo Trujillo ha sido la excepción, con su voz aflautada y sin pendejadas retóricas).
4) Mirar. Hay que escrutar profundamente las otras miradas. Cuando todo interlocutor termine de hablar enfrente, debe guardar profundo silencio reflexivo mirándole a los ojos. Eso mete miedo o, por lo menos, provoca cierto desasosiego o calambrina.
5) Vestir. No importa el calor, ni la lluvia, ni los vientos, ni el lodo, ni el desierto, ni el pantano: debe usar saco y corbata hasta para dormir. Nunca debe verse al caudillo en traje de baño, con el pecho al aire y despeinado. Y mucho menos en chancletas.
6) Convencer o "convencer". Que nadie se pierda ni en el gobierno, ni en el partido, ni en la sociedad: el caudillo siempre tiene la razón. Si no la tuviera, de todos modos lo que él diga es lo que va. Y si acaso se equivocara, no fue que se equivocó, sino que "lo sorprendieron en su buena fe".
7) Dar (premiar). El caudillo que se respete debe dar, siempre dar como práctica consuetudinaria (dinero, cosas, rangos, posiciones, estatus), para la conquista o premiación de las voluntades incondicionales. Y jamás dejar de advertir, sutil o abiertamente, que lo que da, también lo puede quitar; que de la opulencia a la pobreza extrema, o viceversa, sólo media su voluntad.
8) Simular. Debe ir a misa y comulgar, aunque sea ateo. Debe saludar y fotografiarse con los grandes delincuentes (contrabandistas, evasores de impuestos, lavadores) como si nada hicieran, pues son contribuyentes a las causas del caudillo. En fin, debe hacer que su otro yo (el real) se mantenga en silencio.
9) Simular más. Debe hacer todo lo necesario para que se perciba que los errores de su gobierno no son suyos, sino de sus colaboradores.
10) Castigar. Cancelar sorpresivamente cualquier nombramiento. Al que le falla, negarle la atención y la mirada, hasta provocar que suplique una cita. Hacer que los cobradores de impuestos visiten al tutumpote que niega el favor. Quitar lo que se dio. Ordenar auditorias. Trancar. Trancar. Trancar.
11) Gobernar. Un caudillo fuera del gobierno es una mierda pasible de que acaben con él. Por eso, el caudillo completo debe buscar la forma de gobernar hasta que lo maten o se muera de viejo...en el poder, siempre en el poder.
Por eso último, Leonel, fiel a este manual, hará todo lo posible porque Margarita esté, como sea y con quien sea, en el poder...para él volver.
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