viernes, 24 de marzo de 2017

Manuel Miranda

El abogado “multimillonario”.

Palacio de Justicia de San Francisco de Macorís.


“Si no puedes ser un abogado honrado, búscate otra ocupación, empléate en otra cosa. No hay peor ser humano que el que provoca conflictos para meterse plata en el bolsillo”
- Abraham Lincoln.

Puedo decirles que en mi experiencia de más 30 años en la judicatura, nunca ha sido "rentable" ni "lucrativa", no es posible obtener riquezas en nuestra profesión.

No es posible, si el ejercicio de la abogacía se desempeña de forma estrictamente honesta, transparente y plenamente “liberal” operando desde despacho o bufete propio, atendiendo “todo el que llegue” a solicitarle servicios.

Excepcionalmente, bajo esas premisas, el abogado “podía” hacerse “multimillonario”, si era apoderado de jugosa demanda en partición de bienes entre herederos o separación de bienes entre esposos, o en casos de jurisdicción inmobiliaria o tierras…. Y digo PODÍA, ya que actualmente esos casos se han agotado por la enorme cantidad de “colegas” en ejercicio, el “agotamiento” de ese tipo de demandas por causa de un país pequeño y subdesarrollado, la voracidad fiscal del Estado que ha empobrecido a amplias capas de la población y la consecuente “estampida” de grandes empresas que han optado por irse a China, India, Singapur y Centroamérica.

Durante todo el tiempo que he estado ejerciendo o ligado al ejercicio de las ciencias jurídicas, he observado que de forma honesta, lo usual es obtener riquezas, al contar con gran empresa propia que le sirva de respaldo… Mientras como letrado de su propia empresa, le reciproca con darle “seguridad jurídica” a todas sus operaciones.

Las grandes corporaciones de abogados nacionales y extranjeras, es porque al mismo tiempo son grandes empresas de negocios de toda índole, en especial las ligadas a la banca o corretaje.

En cambio, si esa empresa que sirve de respaldo, es “ajena”, como simple “igualado” de la misma, podrá vivir cómodo, sin muchos sobresaltos, pero no será rico con “todos sus problemas resueltos”.

Fuera de ahí, la única forma del abogado obtener riquezas, es mediante la protección o “franquicia” que otorga EL ESTADO (pago de favores "a políticos") para que desde sus mismas instituciones, lo “recomienden” a angustiados clientes acusados de narcotráfico u otros crímenes graves que requieran de “soluciones creativas” si se saben culpables o que les puedan garantizar “juicio justo” si se creen inocentes u operaciones de "lavado".

La otra forma, es pertenecer al “staff” de la “sociedad civil” y en consecuencia en el listado de cierta EMBAJADA, que a su vez la proporciona a sus ciudadanos, sean inversionistas o implicados en hechos delictivos.

Ambas modalidades deben estar debidamente acompañadas o “redondeadas” de alguna “consultoría” o “botellón” en cualquiera de las instituciones del Estado, para darle “carácter” al “franquiciado” al momento de interceder a favor de sus clientes.

Otras modalidades, es como Juez, Fiscal, consultor jurídico de la Policía Nacional… Pero ya eso es otra cosa.

En definitiva, el ejercicio del derecho en calidad de abogado, es un sacerdocio, un servicio al prójimo, una carrera que exige lealtad al interés asumido y a la Nación, “auxiliares de la justicia” incompatible con toda variable de corrupción.

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